Hay momentos en los que las personas y las comunidades -o sociedades, como prefieran- somos puestas a prueba. Este momento es uno de ellos. La pandemia del coronavirus, que se ha expandido desde diciembre pasado por los cinco continentes, va a exigir sacrificio personal y va a someter a una tensión a la sociedad como no se recordaba, salvo los más ancianos.
Lo malo de la pandemia es que va a costar miles de vidas y que va a golpear a la economía con puño de hierro, especialmente a un país como el nuestro, dependiente en exceso del turismo. Muchas empresas no sobrevivirán al bicho y, probable y lamentablemente, centenares de miles de personas perderán sus empleos. Pero lo que estamos viviendo va a tener, por otra parte, un lado positivo, si me lo permiten: nos va a permitir conocernos a nosotros mismos, conocer cómo actúan nuestros vecinos y conciudadanos, vamos a ver cómo somos como comunidad.
En primer lugar, no hay más que ver los empujones en los supermercados, las caravanas de coches con destino a segundas residencias, corredores, ciclistas, el uso malintencionado de los perros como excusa para salir a pasear o los robos de mascarillas para darse cuenta del egoísmo y la insensatez de una porción nada despreciable de la gente.
En segundo lugar tenemos a los egocéntricos, gente con una necesidad innata de llamar la atención, que son los frikis que pasean perros de peluche o se disfrazan para salir a la calle y que algún vecino los grabe con el móvil, para luego contar la gracieta y rebotar el vídeo de móvil a móvil; lo que viene siendo un onanismo mental, vaya. Y no me malinterpreten, no, que servidor no ve con malos ojos las coñas sobre el tema, sobre todo sobre el confinamiento, que no son más que válvulas de escape ante una situación inédita, insólita e inesperada, pero hay que saber medir. Una cosa es enviar un meme y otra hacer intervenir a la policía, que probablemente tenga cosas más importantes que hacer que amonestar a un tarado vestido de dinosaurio. Hay gente absolutamente inconsciente e indisciplinada, incapaz de entender que el momento requiere justamente orden y responsabilidad personal o, peor aún, gente a la que le es absolutamente indiferente lo que está pasando mientras no se contagien ellos. El problema ya no es que uno de estos individuos se contagie, pues méritos ha hecho, sino que contagie a otros que hacen lo que deben.
Y en tercer lugar, gracias a Dios, tenemos a unos trabajadores del sector sociosanitario no sólo bien formados, que también, sino perfectamente concienciados, lo que les está permitiendo mantener un ritmo absolutamente frenético y salvar vidas dentro de un caos absoluto; sin ellos, los fallecidos se multiplicarían de forma brutal. Súmenle a la crisis sanitaria actual los recortes en Sanidad de hace unos años y calibrarán la magnitud del esfuerzo que están haciendo. No hay artículo ni aplauso en los balcones que pueda pagarles lo que están haciendo. Aun así, gracias. Y esto se puede extender a los camioneros, repartidores, telecos, trabajadores de la alimentación y supermercados, limpieza, militares, policía… Si esto no es la anarquía y el sálvese quien pueda, es gracias al esfuerzo de todos ellos y sí, también al suyo, que está leyendo estas líneas en su casa, aguardando pacientemente al momento de volver a la normalidad, si es que las cosas vuelven a ser igual que antes, que está por ver. Hay egoístas, sí, a montones, pero también hay mucha gente solidaria, altruista y disciplinada capaz de hacer lo que debe, aunque eso suponga no salir de casa si no es estrictamente necesario. Esto puede ser complicado especialmente en las casas donde hay niños, pero si un adulto no es capaz de estar en su propia casa, apaga y vámonos.
Bien, dicho esto, cambiemos de tercio. Si bien uno debe obrar por sí mismo de forma responsable, no es menos cierto que una sociedad necesita líderes. En momentos de crisis como estos, particularmente se necesita liderazgo político, valentía, responsabilidad y ejemplo. Lamentablemente, en general ha habido una carencia de estas cualidades en los dirigentes, y eso siendo suaves.
Pero bueno, dejemos las sutilezas y analicemos la actuación del gobierno. Para entender sus actuaciones, hay que observar primero la composición del mismo: dos partidos absolutamente ideologizados que pugnan por la primacía en el imaginario progre, luchando por ver quién es más feminista, homosexualista, guerracivilista, antifranquista, anticatólico, republicano y amigo del separatismo. Dos gallos, Sánchez y el impresentable de la coleta, dos farsantes de tomo y lomo y dos hipócritas de mucho cuidado compartiendo corral, que si han sido capaces de formar gobierno es sólo porque el odio a la derecha es más fuerte que lo que les separa. Esta es la razón por la que el Consejo de Ministros que debía decidir las medidas a aplicar con el Estado de Alarma se dilató tantas horas: que los dos gorilas de lomo plateado pugnaban por ser el macho alfa. El vicepresidente, Iglesias, incluso se saltó la cuarentena para estar presente y no perder protagonismo, y es que claro, lo primero es lo primero, antes el ego que la responsabilidad.
No quisiera estar uno en el pellejo de las personas que deben tomar decisiones tan importantes en tales circunstancias, pero para eso están. Uno, incluso, en su inocencia, podría llegar a pensar que a cualquiera le sobrepasaría una situación como esta, porque efectivamente podría ser así, y ser más o menos condescendiente con la actuación del gobierno. El problema viene cuando sabemos, y lo sabemos además por boca de un ministro (Pedro Duque), que el gobierno sabía de la gravedad de lo que se avecinaba. El propio ministro, en comparecencia pública el 20 de marzo, reconoce que desde el mes de enero los investigadores españoles ya trabajaban de «forma intensa», y que en una reunión en febrero se trabajó en cambios legales que culminan en el decreto del Estado de Alarma. Pueden ver el vídeo con sus declaraciones aquí.
Pero eso no es todo, que va, que va. Tampoco hicieron caso a un experto en salud pública de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Juan Martínez Hernández, que en una reunión en el Ministerio de Sanidad el 30 de enero alertó de la peligrosidad de lo que se avecinaba, tal y como explica en este artículo. Por si fuera poco, se sabía lo que estaba pasando en China y, más recientemente, en Italia. Bien, pues ni aun así. Es decir, en el menos malo de los casos estamos en manos de unos incompetentes. En el caso un poco más malo, estamos en manos de unos irresponsables negligentes. Y, en el peor de los casos, y el que defendemos aquí, estamos en manos de unos irresponsables, negligentes y mentirosos que, además, son unos incompetentes. Los muy listos y listas, a sabiendas de lo que venía, siguen adelante con las manifestaciones del 8-M, porque en el fondo no lo pueden evitar, está en su naturaleza, como el escorpión de la fábula que pica a la rana que le ayuda a cruzar el río, a sabiendas de que morirán ambos, y le dice a la rana que no lo puede evitar. Eso le pasa a la izquierda: Primero la ideología, la pancarta, la propaganda. Así nos va. Y esto vale también para Vox y su congreso de Vistalegre, que aquí no nos casamos con nadie. Tampoco podemos pasar por alto la ineptitud del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón. Ver para creer:
- 31 de enero: «España no va a tener más allá de algún caso diagnosticado».
- 13 de febrero: «En España no hay coronavirus. No existe riesgo de infectarse».
- 7 de marzo: «Si mi hijo me pregunta si puede ir a la manifestación del 8-M le diré que haga lo que quiera». Recordemos que en Barcelona, por ejemplo, se habían cancelado ya el Mobile World Congress, el congreso Alimentaria o la maratón. Se permitió también, sin embargo, la manifestación feminista, y por supuesto todos los voceros del rojerío progre alentaron a los y las fieles de la causa a acudir en masa al aquelarre feminazi. Había ya 430 casos confirmados y 10 muertos.
Hay quien sostiene que en momentos como estos se deben centrar los esfuerzos en remar todos en la misma dirección y no buscar culpables. Bien, es loable y comprensible. Lo malo es que precisamente los que gobiernan ahora son los que hacen caso omiso de eso mismo, no teniendo el menos escrúpulo en aprovechar las peores situaciones para obtener rédito político, como por ejemplo pasó con los atentados del 11-M, así que dejemos estos remilgos para el señor Casado y su partido y digamos las cosas como son: El gobierno, al menos en parte, es culpable de la situación actual.
Y no podemos acabar sin los nacionalistas catalanes, el perejil de todas las salsas. A ver si adivinan ustedes de quién es la culpa de todo: ¡Bingo! Del Estado y de los españoles. Que sí, que sí, que es culpa del gobierno lo decimos también aquí, pero es que para estos sujetos es sistemático y, lo que es peor, pretenden desviar la atención de su propia negligencia. No nos vamos a entretener mucho en ellos porque se esfuerzan bastante en mostrar solitos su propia naturaleza egoísta y sinvergüenza y su propia miseria moral. Les remitimos a un vídeo recopilado por el impagable blog Dolça Cataluña donde dejan a los responsables de la Generalitat con el culo al aire y les dejamos una serie de tuits de separatistas pata negra, ninguno anónimo, todos más o menos notorios. Saquen ustedes sus propias conclusiones. Que lo disfruten:









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