Tras varios milenios de civilización y supuesta evolución, parece ser que el ser humano, concretamente el homo occidentalis, ha descubierto una nueva forma de clasificar el ejemplar concreto de la especie: hombre, mujer y «no binario». Bien, en realidad, si hacemos caso a las teorías más punteras, el espectro se ensancha y da cabida a más cosas todavía pero, para no liarnos tanto, lo dejaremos ahí.
Así, el Parlament de Catalunya, siempre a la vanguardia de la modernidad aunque nos venden los partidos nacionalistas que defienden la Cataluña de siempre, enviará un documento a los nuevos diputados elegidos tras las últimas elecciones elaborado con «perspectiva de género», según recoge el digital Vozpópuli, que deberán rellenar para darse de alta. Los diputados podrán registrarse, pues, como hombre, mujer o no binario, e incluso no contestar. Un servidor se ve obligado a reconocer que ha debido de buscar qué narices significa exactamente no binario, porque uno se pierde en el marasmo de estupideces con las que le bombardea la corrección política día sí, día también. Al parecer, el término se aplica a aquellos, aquellas o «aquelles» que, atención, no se autoperciben como hombres ni mujeres, es más, pueden identificarse con un misterioso tercer sexo, o incluso con ninguno. O sea, que esto ya no trata de la realidad de las cosas ni del hecho biológico, al parecer no sólo discutible sino ya directamente irrelevante; lo importante aquí es la autopercepción. Y digo yo: ¿Y si se percibe uno como un oso panda, por poner un ejemplo? ¿Esto también vale? ¡Pues parece que sí! Se ha dado el caso de un exprofesor francés que, siendo ya padre de una hija, «pasó» a ser mujer y, no contento (o contenta, o como carajo se diga), pretende ser otra especie, concretamente un caballo. Sí, sí, un caballo. O una yegua, quizá, que sería más coherente. Díganme si el caso no es de psiquiátrico más que de progreso de la especie humana, pero reconozcamos que, filosóficamente, es completamente congruente con el «pensamiento» moderno. En fin, si esto es el progreso, apaga y vámonos.

Pero bueno, volvamos a lo que nos ocupa, que es el Parlament catalán y su patológica corrección política. El asunto no es baladí, porque ha molestado incluso a las progresistas diputadas socialistas, que argumentan que, en base a estos criterios, es posible que no se pueda cumplir con la cuota de paridad en los órganos de poder, norma según la cual el 40% deben ser mujeres. Claro, si no responden o ponen no binario, ¿cómo saber si se cumple la cuota? Según recoge también Vozpópuli, la asociación Feministes de Catalunya, en la misma línea que las socialistas, se ha mostrado también en contra de la medida pues, dicen, «al menos deberían poner el sexo que sale en su DNI. Si pueden elegir ‘no binario’ o ‘no contesta’, ¿cómo vamos a saber cuántas mujeres hay?». Sí, han leído bien. No hay manera de saber cuántas mujeres hay. Al final tendrán que contratar un sexador de diputados, diputadas y «diputades», al estilo de las granjas de pollos, donde un trabajador (o trabajadora, o bípedo indefinido) se dedica a mirar si los pollitos son machos o hembras; no tenemos conocimiento, a día de hoy, de que haya identidades alternativas en la especie polluna, no es por discriminar, eh. Vamos, ¡que habrá que palpar para saber qué son sus señorías! De locos.
Ahora entiende uno por qué, vistos los cartelitos de los lavabos del Parlament, es más difícil saber donde mear que hacer un sudoku nivel experto. Si no saben cuántas mujeres hay, cómo van a saber donde debe evacuar el personal. Así no se puede, oigan, no se puede.

A la deriva; vamos completamente a la deriva. O no hay nadie al timón o el capitán/a/e es un suicida.