El mundo, a lo largo de la historia, ha conocido muchos procesos revolucionarios. Lo que difícilmente habrá conocido el mundo habrán sido revoluciones en que sus autores cobren un dineral, protagonizadas por burgueses que viven en chalets con piscina y con segunda residencia en La Cerdaña. Tampoco habrá conocido el mundo revoluciones en las que sus protagonistas lloren desconsolados porque no se salgan con la suya. Y es que estos del «procés» son muy sensibles. Hemos visto llorar a Oriol Junqueras, Marta Rovira, Carme Forcadell, Turull, la Colau… lamentable.
Hace un par de días Arnaldo Otegi (sí, el de ETA), dijo algo que es cierto. Tras el auto de procesamiento del juez Llarena y el encarcelamiento de Turull, Forcadell, Romeva, Rull y Bassa, afirmó que «el mensaje [del Estado, se entiende] es que una república no es posible por vías pacíficas». No compartimos la interpretación de que ese sea el mensaje que envía el Estado, pero sí compartimos que, realmente, si los separatistas quieren una república catalana, no la conseguirán ni con actos supuestamente simbólicos ni cortando carreteras. No, porque han infravalorado al Estado y, sobre todo, se han encontrado con que media Cataluña está hasta el gorro de sus tonterías, con lo cual o lo hacen la fuerza o no lo harán, y no pueden. La «revolució dels somriures» no se la han creído ni ellos. Los separatistas han conseguido lo que no ha conseguido nadie: movilizar a los catalanes que también se sienten españoles. Gracias, de corazón. Cosa diferente sería que a las élites que mueven los hilos en las altas esferas internacionales les interese descuartizar España, pero eso es harina de otro costal. Los separatistas, por sí mismos, no conseguirán su república totalitaria. Y menos mal, porque menudo futuro nos esperaría a los disidentes en manos de semejantes demócratas.

En el fondo son revolucionarios de broma. ¿Cuántos de ellos se han rajado delante del juez? Que no iba en serio, que lo de la independencia era algo simbólico. ¡Era broma, señoría! Y se encuentran, qué cosas, con que el juez parece que no tiene mucho sentido del humor y que, extrañamente, no se ha tomado demasiado bien que el jefe de la banda se mude a una mansión en Bélgica (anda que se ha buscado un pisito pequeño, el tío) hasta su detención en Alemania, que el Playmobil de las CUP se pire a Bruselas, ese paraíso bolivariano, y que la Rovira (lluitarem fins al final!) ande de turismo por el lago Lehman. Total, todos a la cárcel. Por rebeldes, sediciosos, malversadores y por graciosos.
Y qué decir de los Comités de Defensa de la República (CDR), esos revolucionarios de andar por casa que sólo sirven para hacer el paripé. Salvo unos cuantos fanáticos cegados por el odio, ¿cuántos están dispuestos a perder su libertad, su hacienda o su integridad física por la república del 3%? Pocos, muy pocos. No se engañen, Barcelona ha vivido incidentes mucho más graves que los provocados por los aprendices de Jarrai. Sin ir más lejos, en Lavapiés hubo mucho más jaleo hace unos días. Son una molestia más que un peligro porque, siendo los que son, realmente podrían provocar incidentes graves.

Los de Arran, el satélite juvenil de la CUP, son otra broma. Una cosa es pinchar las ruedas del Bicing, montar un numerito con el bus turístico, romper a martillazos la vidriera de Crónica Global y grabarlo todo para subirlo a Youtube, y jugar a revolucionario en la universidad mientras te fumas un porro tirado en el césped, y otra jugarte la libertad o plantarte delante de un patriota dispuesto a defenderse. Revolucionarios de Twitter, luchadores de la clase obrera que no han puesto un pie en una fábrica en su vida y que esquían en La Molina los fines de semana.
¿Dónde han visto ustedes revolucionarios que cobren 80.000 euros? ¿Dónde han visto ustedes un «exiliado» con una mansión como la de Putxi en Waterloo? ¿Dónde han visto ustedes a un revolucionario anticapitalista mudarse a un paraíso capitalista, como Anna Gabriel? Y peor aún: ¿Dónde han visto ustedes «exiliarse» a alguien a quien no le piden cárcel? ¡Si es que son un chiste! A la señorita del flequillo borroka la imputan por desobediencia, es decir, no iría a la cárcel ni siendo condenada. Y se da a la fuga, ¡con dos cojones!; o con dos ovarios, que lo de los cojones es cosa del patriarcado. ¿Dónde han visto una revolución donde se inventen dedos rotos y tocamientos de tetamen?
Desde el principio eran conscientes de donde se metían. Han violado la ley, incluso las suyas propias (la del referéndum, por ejemplo), a conciencia y sistemáticamente. Han hablado desde el principio de desobediencia. Han tensado la cuerda tanto como podían. Han enfrentado a unos catalanes contra otros. Han sembrado el odio y la discordia. Han utilizado dinero público para fines ilícitos, para comprar a medios de comunicación y utilizado los medios públicos para sus fines sectarios. Todo conscientemente. Ahora no vale quejarse de la represión, hipócritas llorones. ¿Qué esperaban? ¿Una condecoración?
Esta colla de golpistas corruptos, que han conseguido embaucar con engaños a dos millones de ilusos, se creía que podía hacer lo que le diera la gana sin consecuencias. Avisados estaban. Pues ahora toca apechugar, señores, pero tranquilos, que en el fondo la clase dirigente en España es otra broma y, o muchos nos equivocamos, o tampoco pasarán demasiado tiempo en la cárcel.
Mientras algunos seguimos trabajando y procuramos llevar una vida normal, ustedes sigan con su particular Día de la Marmota. Quizá algún día salgamos del bucle del «procés», ese laberinto sin salida que ya es un fin en sí mismo. Lo que va a costar curar estas heridas…