«Traidores. Bastardos que favorecieron la causa del moderno Atila». Así se despachó Fray Manuel Martínez, obispo de Málaga, contra los afrancesados, los españoles que durante nuestra Guerra de Independencia contra el vecino invasor asumieron las ideas revolucionarias que venían del otro lado de los Pirineos y, peor aún, aquellos que directamente colaboraron con los gabachos. Estos acabarían sufriendo, no sin razón, las iras del pueblo llano, que odiaba a los franceses y por ende a los que les ayudaban. Tampoco era cosa nueva, claro. Siempre hubo traidores y siempre los habrá. Y los hay. ¡Vaya si los hay!
Muchos de ellos han salido en tromba estos últimos días en defensa de los moros de Torre Pacheco, pobres víctimas de los «ultras», de la «extrema derecha», que se han dedicado, dicen, a «cazarlos». Por supuesto, son los mismos que callaron ante la brutal agresión que sufrió en ese mismo pueblo un hombre español de 68 años a manos de un magrebí, la gota que colmó el vaso de la paciencia de los vecinos de toda la vida, o sea, los españoles. Son los mismos que callaron ante la salvaje violación de una chica española en Alcalá de Henares por parte de un inmigrante de Mali. Los mismos que callan ante los incontables «hechos aislados». Curiosamente hay «hechos aislados» todos los días. Todos. Son los mismos que montaron un follón tremendo por el beso de un calvo estúpido a una futbolista estúpida. Los mismos que dicen que la delincuencia o el crimen no tienen raza ni nacionalidad pero que la violencia sí tiene género. Los mismos que hacen leyes, en nombre del feminismo, que acaban provocando la prematura puesta en libertad de violadores.

Periodistas que van al pueblo, obedeciendo la voz de sus amos, no para informar de lo que pasa, sino a confrontar a los hastiados vecinos del pueblo murciano. Terroristas de la información que tratan de estigmatizar a los honrados trabajadores españoles calificándoles de radicales, de «ultras», de fascistas, acusándoles de salir a «cazar moros» y que tienen la desfachatez de hablar de bulos.
Políticos progres que por la mañana se reúnen sonrientes con Arnaldo Otegi y por la tarde se despachan a gusto contra los que sufren sus políticas en favor de una imposible multiculturalidad, calificando la reacción de los pachequeros de «terrorismo racista».
Policías que reprimen duramente a los manifestantes contra el gobierno en Ferraz o contra la violencia importada en Alcalá pero que tienen sumo tacto con los moros armados con machetes, cadenas, cuchillos o bates de béisbol en Torre Pacheco. Pero claro, ellos «sólo cumplen órdenes». Pobrecitos, hay que entenderles.
Tertulianos infames, ignorantes y malintencionados, fanatizados, que cobran no por sostener una postura racional y decir la verdad, sino por defender el discurso del poder progre, globalista, capitalista.

«Charos» taradas con tal lavado de cerebro que ni un baño de realidad les haría abrir los ojos.
Empresarios explotadores que quieren mano de obra barata para obtener un mayor beneficio, que defienden las fronteras abiertas no por una cuestión de altruismo y solidaridad, sino por puro egoísmo.
Izquierdistas clasistas y racistas que, en pinza con esos mismos empresarios, se preguntan quién hará el trabajo que, supuestamente, los españoles no quieren hacer. «¿Quién recogerá el algodón si no hay esclavos?», les falta decir. «Anticapitalistas» al servicio el capital.
Actores, sindicatos, ONG’s… Son los nuevos afrancesados. Peor aún, porque no son sólo colaboracionistas. Son los responsables, en diferente grado, de establecer las políticas que han provocado todo esto, y lo que nos queda por ver. Incapaces de hacer un análisis serio de los efectos de la inmigración masiva. Prefieren antes a un inmigrante que a un español que defiende a su familia, que defiende su pueblo, que defiende su país.
Lo que está pasando en Torre Pacheco debe servir para que los españoles honrados y trabajadores tomemos conciencia de que la izquierda —incluimos al PP—está para defender la inmigración masiva que tantos problemas crea. Los medios de comunicación generalistas, en su práctica totalidad, lo mismo. Los partidos políticos, a excepción de Vox, exactamente igual.
No. No es el odio racista lo que ha estallado en Torre Pacheco, como los nuevos afrancesados quieren hacernos creer. Lo que ha saltado por los aires es el cuento de la multiculturalidad. Torre Pacheco ha sido un enorme baño de realidad.
Honor a los que defienden su pueblo. Honor a los que defienden su país.
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