Algunos imbéciles dicen que España nació en 1812 con la Constitución liberal. Otros más imbéciles aún, que ya es decir, niegan su misma existencia. No vamos a entrar aquí en disquisiciones históricas; no se trata de eso. En el fondo, eso sí, tanto unos como otros han entendido mejor que la «derecha» el ser histórico de España, que se forjó, espada en mano, en defensa de la religión católica y en contra del moro invasor, en gran medida. Y eso y no otra cosa es lo que les molesta. No, no es que España fuese, antaño, un «paraíso» progresista, precisamente.
Las españolas traían al mundo, en otros tiempos —y no tan lejanos—, hombres como Dios manda. Hombres recios, valientes, laboriosos, con sentido del honor y del deber. Con defectos, por supuesto, pero hombres de verdad. Hombres con dos cojones. Y mujeres con no menos carácter, como la catalana Agustina de Aragón o María Pita, que harían palidecer a toda la patulea de «activistas» izquierdosas que se las dan de luchadoras. Por desgracia, las cosas han cambiado, y nuestra incorporación a Europa con el Régimen del 78 ha supuesto la castración del pueblo español, y ahora las españolas que no abortan traen al mundo, en una cuantía nada despreciable, un montón de afeminados con ecoansiedad, acojonados con la milonga del cambio climático, cobardes sin sangre, sin testosterona, que aspiran únicamente a vivir cómodamente, a «disfrutar» de la vida y a que no gobierne la «ultraderecha». Gracias a Dios no todos somos así, y por eso, pese a todo, aún hay esperanza.

Pero es preciso conocer la realidad de las cosas. El español honrado y trabajador está destinado, cada vez más, a ser puteado sistemáticamente por el Estado. Hay que entender que el Estado español es enemigo de los españoles de a pie. Pese a que este es nuestro país, pese a que lo hemos heredado de nuestros mayores, vivimos cada vez peor. La vivienda es cada vez más cara, cada vez pagamos más impuestos y llenar el carro de la compra supone literalmente un sablazo. Poner gasolina, un atraco. Perdemos poder adquisitivo a un ritmo alarmante. Los trenes cada vez peor, la lista de espera en la sanidad pública es un escándalo y ni siquiera podemos circular en coche por el centro de las grandes ciudades si tu coche no es «ecológico», y si lo hacemos las cámaras del Gran Hermano nos ven y seremos multados. La policía se dedica a grabar vídeos advirtiéndonos de que no tener el DNI en vigor puede suponer quedarnos sin vacaciones mientras los africanos entran por miles alegremente y los meten en hoteles con nuestro dinero. Las leyes protegen a los okupas en lugar de a los honrados y sufridos propietarios. Nos dicen que dentro de poco, según por donde, no podremos ir solos en coche. Nos dicen lo que tenemos que comer, que nos olvidemos de la carne roja y nos acostumbremos a los putos grillos y a la maldita carne sintética. Nos dicen lo que podemos pescar, lo que podemos cultivar y cómo tenemos que hacerlo. Que no usemos el aire acondicionados, que gasta mucha luz. Vivimos inmersos en la hiperregulación. Para ser una democracia liberal hay muy poca libertad.
Caminamos por barrios en los que apenas hay ya españoles. Se defiende desde el poder el aborto como un derecho y se promueve la homosexualidad y una mentalidad hedonista para que no tengamos hijos, mientras luego esos mismos malnacidos nos vienen con que necesitamos inmigrantes. Nuestros hijos son robados y apuñalados, nuestros mayores apaleados y nuestras hijas violadas por un sinfín de hijos de puta de importación, pero el problema es la supuesta ultraderecha.
Desengáñate, español honrado y trabajador: España no es para ti. Nos gobierna el enemigo. Sólo un 37% de la población activa mantiene al resto del país. Eres un pringado, un gilipollas. Trabaja, paga y calla. Y traga, claro. No te defiendas de la chusma de los machetes, no seas racista, joder. Curra, imbécil, y sé solidario con la garrapata que te ha ocupado la casa porque no le sale de los cojones pagar. Madruga y suda, memo, que tienes que pagarle las putas a los señores ministros y mantener a una legión de parásitos con paguita. Esfuérzate, que hay que dar pasta a los progres de las ONG. Hay que mantener a los sindicatos. A los partidos. A los sicarios de TVE. A los jovenlandeses. No es país para españoles.
Pero llegará un momento en que esto reventará. La inseguridad está llegando a tal punto que la gente está empezando a tomarse la justicia por su mano ante la inacción de la «autoridad». ¡Honor a todos ellos! Cuando a esto se le sume, antes o después, una crisis económica de las que hagan sufrir a mucha, mucha gente, el río se desbordará. Y entonces, tal vez, si Dios quiere, podrás, español honrado y trabajador, recuperar tu país. Y podrás, a lo mejor, hacer a tu patria grande de nuevo, y con ella a tu familia. Pero tendrás que quitarte lo complejos y el miedo. Tendrás que contemplar la larga agonía porque esto no tiene remedio a corto plazo. Deberás entender que somos rehenes de una masa de indigentes intelectuales que se cuenta por millones, que son los que mantienen las cosas como están, y que somos presos de una mentalidad burguesa y acomodaticia que nos mantiene postrados. Entenderás que al débil le pasan por encima y que quien no se defiende perece. Entenderás que esto no se arregla votando. Que el 78 debe caer. Que la Cruz y la espada fue lo que nos hizo grandes, lo que nos hizo fuertes, y que renegar de lo que fuimos nos ha hecho ser la calamidad que somos. Y tendrás que sufrir, sí. Sufriremos, pero venceremos. A la larga venceremos. Y España será un país para españoles. España volverá a ser nuestra.
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